PROSA APRISA: AMLO, su tuit; apalancamiento necesario

Arturo Reyes Isidoro

En la campaña electoral de 2016, en tres ocasiones escuché al entonces gobernador Javier Duarte de Ochoa quejarse de las críticas que le a su persona y a su gobierno el entonces candidato de su partido (priista) a la gubernatura Héctor Yunes Landa, como parte de su estrategia para tratar de ganarse el voto de los veracruzanos.

Furioso, decía que estarlo atacando era estarle pegando a la línea de flotación del barco tricolor. “No se da cuenta que pegarme es pegarle a la línea de flotación del PRI y que si yo me hundo se hunden todos”, repetía. Tenía razón. Duarte se hundió y se hundieron todos. El tricolor apenas sobrevive.

Hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene que sostener a toda costa al gobernador Cuitláhuac García Jiménez aunque ya no confíe en la forma en que conduce el Estado y tenga otro trato con su persona respecto al que tuvo con él en meses anteriores.

Criticarlo o descalificarlo en público, como lo hizo en privado en una reunión sobre seguridad, de acuerdo a una versión de Carlos Loret de Mola, sería pegarle a la línea de flotación no solo del barco cuitlahuista sino también morenista, que podría dañarlo o hasta hundirlo estando a poco más de 20 meses de las elecciones en que se renovarán los ayuntamientos y las diputaciones locales. Sería suicida.

Por décima ocasión en ocho meses, el presidente estuvo la semana pasada en el Estado, en los municipios de Atzalan y Papantla, y para él fue inevitable no referirse a la masacre de la noche del 27 de agosto en Coatzacoalcos que tiene ya un saldo mortal de 30 víctimas y que calificó de “crimen horrendo”.

En la comunidad Plan de Arroyo, Atzalan, dijo que el problema de la inseguridad le preocupa y le ocupa, que de lunes a viernes recibe el reporte de lo sucedido en materia de seguridad en todo el país y que el problema no se lo puede delegar a otros por lo que lo está asumiendo personalmente. Mencionó que Veracruz no es un Estado sino una república porque tiene de todo, con más riquezas en el país.

Esto último explicaría porqué le da tanta atención e importancia. Su primera visita a un Estado, a horas de que había asumido la presidencia, la realizó a Veracruz, a Xalapa,  el 2 de diciembre de 2018. Este año ha venido más de una vez por mes a la entidad y sus giras por el país, en la antevíspera de su Primer Informe prácticamente las cerró en la entidad visitando el fin de la semana pasada Atzalan y Papantla.

Pero en ninguno de los municipios mencionó al gobernador ni lo exaltó verbalmente como lo hizo hasta junio cada vez que venía, aunque no dejó de levantarle la mano. Solo fue hasta que hubo terminado sus actividades en Papantla cuando tuiteó: “Todo nuestro apoyo a Cuitláhuac García, gobernador de Veracruz, en su empeño por garantizar la paz y la seguridad en el Estado” (cuáles).

En cambio, un día después, el sábado en Chignahuapan, Puebla, gritó: “¡Qué viva el extraordinario gobernador de Puebla, Miguel Barbosa! Lo queremos mucho y lo vamos a respaldar, la federación va a apoyar mucho a Miguel Barbosa”, y pidió y le echó una porra.

¿Por qué no lo hizo en ninguno de los dos actos ante los representados por el gobernador García Jiménez? ¿Temió algún abucheo? ¿Toma ya distancia después de que confirmó que lo deja mal pasándole  información imprecisa como la acusación contra el fiscal del Estado por los hechos de Coatzacoalcos? ¿Ya no es el muchacho maravilla del que había hablado en sus pasadas visitas? ¿Algún asesor le aconsejó que no dejara terminar la jornada del día sin reiterarle su apoyo a Cuitláhuac aunque fuera por twitter para no hacerlo ver mal ante los veracruzanos?

Al final el tuitazo fue insuflarle oxígeno luego del trascendido del tache que le puso ante otros gobernadores, de la segunda “horrenda” masacre en el Estado (la otra fue la de Minatitlán), de la embarcada que le dio con la versión de que la culpa era del fiscal estatal cuando en realidad era de la Fiscalía General de la República, y de haberle quitado el control del manejo de la estrategia de seguridad en la entidad para pasárselo al secretario de Seguridad Pública federal Alfonso Durazo.

Lo que hizo AMLO con el tuit fue tratar de apuntalarlo de nuevo. Seguramente así lo va a seguir haciendo hasta el próximo año cuando decida si toma una medida radical que le permita dedicarse de tiempo completo a los asuntos de la república y no tenga que estar distrayéndose ocupándose de lo que le corresponde hacer al gobernador.

Las frecuentes visitas son claro indicio de que el presidente está cuidando personalmente Veracruz, que le preocupa que el Estado, con condiciones propias para ser una república, con tantas riquezas, no tenga una autoridad de su tamaño y de sus características, y de que advierte que un descuido mayor les puede costar una derrota en las elecciones intermedias que comprometería la próxima renovación de la gubernatura y de la presidencia. 

El presidente es el hombre más y mejor informado del país. A diario recibe reportes de lo que pasa en los estados, no solo en cuanto a seguridad, como él comenta, por lo que le debe preocupar que Veracruz ocupe el primer lugar en secuestros, en feminicidios, en casos de dengue, que la violencia y la inseguridad estén fuera de control y tengan rebasadas a las fuerzas de seguridad, que la economía esté estancada, que el desempleo sea mayúsculo, que no se creen empleos, que haya molestia y preocupación del empresariado, etc., y que en lugar de estar tratando de mejorar la situación o de acabar con los problemas, a las autoridades lo único que les preocupe sea pelearse con el fiscal general del Estado y traten de justificar su inexperiencia, su inoperancia y su ineficacia echándole la culpa de todo lo malo que pasa.

López Obrador va a continuar viniendo con frecuencia. Él sí tiene alta aprobación y aceptación entre la mayor parte de los veracruzanos, sobre todo de los que votan y especialmente en el sur del Estado no obstante las masacres. El gobernador tiene una muy baja calificación y aceptación que lo colocan entre los últimos cinco peores del país. Necesita el apalancamiento presidencial.

Si la “horrenda” masacre de la semana pasada en Coatzacoalcos le pegó severamente a su imagen, a ver si no el resultado de las investigaciones que lleva a cabo la Fiscalía General de la República sacude a su gobierno especialmente en el área de Seguridad Pública. Puede salir pus, mucha pus. Como si algo le hiciera falta.  

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