TIEMPO DE CHARLATANES

  • La inmensa parafernalia que nos obsequió Morena, la 4T y el presidente López Obrador es un caso típico de un montaje de charlatanería de bárbara degradación de la condición humana

Política de principios

Por: Juan José Rodríguez Prats

Esos hombres que dependían del presidente para todo eran un manojo de nervios. El gran poder que ejercían iba acompañado del constante temor de ser destruidos.
V. S. Naipaul

Martha Nussbaum relata en La tradición cosmopolita que: “Un día Diógenes estaba lavando unas lechugas. Platón se le acercó y le dijo en voz baja: Si adularas a Dionisio (el infantil e inmortal tirano de Siracusa a quien Platón trataba de instruir) no lavarías lechugas. A lo que Diógenes repuso con voz igualmente queda: Y si tú lavaras lechugas, no adularías a Dionisio”. Diógenes creía en las virtudes por eso no cesa en su búsqueda del hombre perfecto. Defiende su dignidad y su honor pagando el precio de hacer trabajos que para muchos no son decorosos. Por su parte, Platón recomienda cierta flexibilidad para adular, lo cual conlleva mentir con el propósito de obtener prebendas.

A esa alternativa nos enfrentamos cotidianamente, sobre todo quienes se dedican a la política. Una confrontación entre una ética entendida como amor propio, autoestima, congruencia y un oportunismo equivalente a sometimiento, servilismo e ignominia.

Eso es lo que estamos viviendo en México. La inmensa parafernalia que nos obsequió Morena, la 4T y el presidente López Obrador es un caso típico de un montaje de charlatanería de bárbara degradación de la condición humana.

El cinco de junio de 2023, fecha trascendente, en una cena con los dirigentes de su partido, AMLO leyó un documento con las grandes directrices que orientarían el nuevo sistema político. La carta de navegación de la autoría del propio presidente fue suscrita por los aspirantes al cargo más importante del Estado y a su vez al acatamiento de una ignominiosa disciplina a cambio de importantes posiciones de poder. Lo mismo sucedió en las candidaturas de los estados.

Se repitió la historia de 1929 cuando Plutarco Elías Calles, para preservar la estabilidad, fijó las reglas en la repartición de cargos, con diferencias sustanciales. Ahora ni siquiera con un posicionamiento ideológico ni mecanismos de participación. Solo un principio lacónico: aquí mando yo y todos me obedecen, el que no lo haga ni siquiera tendrá la posibilidad de dedicarse a lavar lechugas.

A partir de entonces vemos casos que ejemplifican las dos posiciones referidas. Exactamente una semana después, una ciudadana tocaba inútilmente las puertas de Palacio Nacional para, con la ley en la mano, exigirle a la autoridad la aclaración de un infundio. Lo demás ya es historia que todos conocemos.

Derivado de lo dicho, estamos obligados a un ejercicio ético fundamental: ¿cuál es la causa material para utilizar el método aristotélico de nuestros males? El filósofo griego afirmaba que no tenemos conocimiento de nada si no comprendemos sus causas y hablaba de cuatro: materia, forma, agente y fin o propósito. La más importante, la primera, se refiere al material que en el caso de la política somos los seres humanos. Carlos Castillo Peraza, cuando se percataba del bajo nivel de la educación cívica, con esa actitud crítica que siempre lo acompañó, expresaba de algunos correligionarios panistas: “la materia prima es la misma”.

Sí, los partidos han devenido en siglas que no dicen nada, sea por ausencia de doctrina o por olvido de la que alguna vez tuvieron. Ya son minoría quienes han militado en un solo partido. Por buenas o malas razones, ya no se distinguen sus militantes.

Hay un verbo que viene como anillo al dedo: incardinar. Se define como la acción de incorporar a una persona a una institución de manera que quede vinculado a ella.

Una organización de ciudadanos, por sobre las legítimas aspiraciones personales o los problemas que pretende solucionar, debe tener un núcleo básico de creencias que le dé cohesión. Sin ese requisito, en breve tiempo se disuelve. La historia ofrece sobrados ejemplos.

Si solamente los une el poder que emana de un individuo, en el momento que lo deje de ostentar, la unidad se desvanece. Eso sucedió en el partido que prometía ser eterno. Los otros deberán hacer un esfuerzo doctrinario.

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