Pocas veces el poder político depositado en el Ejecutivo Federal, había respondido con tanta presteza a un ciudadano, aun cuando en un sinnúmero de ocasiones organizaciones independientes y políticos de oposición, le han requerido información sobre las políticas que aplica a la nación, que reiteradamente ha omitido, pero además que en ningún momento violenta ley alguna, y que debía de contestar en cumplimiento a sus funciones y responsabilidad, plasmadas tanto en la Constitución General, como en la ley Orgánica de la Administración Pública Federal.
Así ha sido de siempre, el presidente de la República en turno se reserva el derecho de distinguir al ciudadano merecedor de su atención. No a cualquier mortal sin investidura, ni insignificante campesino, maestro, obrero independiente, líder de oposición o voz disidente. Cuantos ciudadanos han requerido respuestas sobre sus tierras, sobre sus salarios, su empleo, sobre sus desaparecidos. Y solo la omisión e indiferencia han prevalecido en los Pinos. No cualquiera es atendido por el protocolo presidencial, mas en esta ocasión se trataba de un director de cine, de Alfonso Cuarón, multipremiado recientemente nada menos que con siete oscares, en la meca del cine mundial, Hollywood.
Para que un alcalde o un gobernador reciba a un ciudadano de a pie, o para que conteste a sus peticiones, tienen que pasar por quinientas antesalas, comulgar con sin cuenta pastores artificiosos, y haber recibido psicoanálisis de terapistas conformes al rito de la alta investidura de sus altezas serenísimas. Nada sencillo para el simple mortal que carece de garbo, linaje, fortuna y pertenencia al clan gobernante.
Las 10 preguntas del laureado director de cine eran referentes a la legislación secundaria sobre la Reforma Energética, que apenas la semana pasada el Ejecutivo envió al Congreso para su discusión, una vez aprobada la Ley general, que apertura la inversión de particulares en PEMEX. Peña Nieto mandó apenas dos días después a sus secretarios de Hacienda, Energía y el vocero de la presidencia, a precisarle ha Cuarón los alcances halagüeños que traerán para el país y los mexicanos la privatización de la paraestatal. Las respuestas fueron muy en sintonía con Gravity, (película premiada con los siete oscares), con mucha imaginación y futurismo.
Nada firme, solo prospectiva de lo que sucederá, y se ha ofrecido a los mexicanos. Que los frutos vendrán y tendremos que estar listos para sumergirnos en el mundo de la bonanza y el bienestar. Que los precios de la luz, el gas y las gasolinas bajaran en cuatro años más, que la felicidad será única, y tendremos que prepararnos para disfrutar de las ganancias del petróleo, como se prometió en los tiempos de López Portillo.
Si la memoria no me falla, alguna de las promesas de campaña de Peña Nieto era que si votábamos por el PRI, bajarían los precios de los energéticos. El PRI gano y los precios se incrementan mes tras mes. Posteriormente, que si se aprobaba la reforma, seriamos ricos y terminaría la violencia. Ahora, que si esto u lo otro. Al final del sexenio se dirá que si se vota nuevamente por el PRI para que gane la presidencia, entonces sí bajarán los precios de los combustibles y la energía eléctrica.
Solo respuestas de promesa, de esperanza. Propaganda y manipulación al inconsciente sobre los símbolos profundos de las carencias y las omisiones recurrentes a los mexicanos. Ya no nos venden naranjas, sino vitalidad. Ya no compramos un auto, compramos prestigio. Ya las señoras no compran jabón para su limpieza, sino crema para ser hermosas. Ahí la estrategia soterrada de los persuasores de los Pinos. Pero ahora será como quitarse de encima al director, cuando solicita a Peña Nieto un debate nacional en cadena nacional, donde especialistas, no afines a la propuesta gobiernista debatan sin restricción las leyes secundarias de la reforma energética. Qué le contestaran, en que tiempo. Que sano que el ciudadano Cuarón le de voz a los millones de mexicanos que también deben ser escuchados y atendidos por la plutocracia gobernante.
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