Prensa: los 10 crímenes de Javier Duarte / Mussio Cárdenas Arellano

Sobre Javier Duarte de Ochoa pesan moralmente diez crímenes de periodistas, cuatro desapariciones, decenas de golpeados, hostigados, reprimidos, amedrentados, amenazados, pero al gobernador de Veracruz nada le quita vociferar su respeto a la libertad de expresión y decir —¡faltaba más!— que protege al gremio de la prensa.

MussioIntragable, frágil, insostenible, su discurso de hoy es la réplica anual de un argumento de gobierno que en los hechos es destrozado por la realidad: Duarte escucha, Duarte lee, Duarte analiza, Duarte elogia, Duarte reconoce, Duarte dialoga, Duarte reflexiona a partir de la labor de los comunicadores. ¿Se le puede creer?

Duarte agasajó a su prensa en el World Trade Center de Boca del Río, el sábado 7 de junio. Le dio de comer, le dio de beber y la colmó de elogios, hueca la desmesura en un gobernador que desprecia la crítica y paga para que le aplaudan.

Afectos al huevo y los frijoles, al chayote y al embute, maiceados muchos comunicadores, ingenuos otros, lo vieron ahí, en su show de cada año, en el Día de la Libertad de Expresión, con el discurso de la mentira, la simulación, el respeto, la alianza, la solidaridad, el compromiso de que no afectar la labor de los comunicadores.

Javier Duarte tiene frases para toda ocasión:

“Ningún periodista debe tener límites en su libertad al expresar noticias, ideas o imágenes; el Gobierno de Veracruz está a su lado, para hacer valer este derecho humano”, dice.

Otra más:

“Su quehacer diario genera opinión pública que nos ayuda a entender nuestra realidad y abre los canales de diálogo entre los diferentes actores políticos y sociales”.

Actor de un show demasiado sobado, reiterativo, lisonjero con los dueños de los medios de comunicación, sus aliados y cómplices, sus operadores en la estrategia de amordazar a las voces críticas de la sociedad, es complaciente y empalagoso con las infanterías del periodismo, los reporteros, los columnistas, los fotógrafos.

Austero, esta vez no hubo rifa de automóviles, refrigeradores, hornos de microondas, alguna casa. Ahora quiso jugar al discriminador y lo logró.

Repartió su staff pulseras de colores —según el relato del portal Plumas Libres— e instruyeron sus edecanes a formarse en tres filas. A los de menor rango les tocó una mochila en cuyo interior se hallaba un dispositivo portátil para cargar celular; a los intermedios, cargador de celular con una Tablet con valor de 5 mil pesos, y a los de mayor jerarquía, una mochila con cargador de celular y una Ipad de 15 mil pesos.

Entregó reconocimientos a 35 periodistas por su trayectoria periodística, la mayoría ligados al sistema, ex jefes de prensa, voceros del gobierno, de candidatos priistas, políticos disfrazados de comunicadores e industriales del periodismo; sólo un puñado, periodistas dedicados a su oficio, a informar y a servir.

Duarte ofreció el desayuno y también su mano, su hombro, su sonrisa para la fotografía con cada periodista. Recorrió las mesas. Habló, bromeó, se esforzó en convivir con un gremio al que no tolera y al que, por supuesto, desprecia.

Tuvo porra, periodistas que acudieron a la cita, pues el acarreo fue descomunal. En autobuses dispuestos desde la madrugada del sábado 7, se les trasladó, desde Pánuco, desde Coatzacoalcos, desde cualquier punto de Veracruz.

Con Javier Duarte estaban los mismos que salieron a las calles a protestar por los 10 asesinatos de colegas en lo que va del gobierno duartista; los que escribieron con furia, abierta la exigencia de justicia a un gobierno que no garantiza las condiciones elementales para ejercer el periodismo; los que suscribieron desplegados, indignados por la criminalización de los compañeros muertos de manera violenta.

No hubo en el discurso del gober de Veracruz ni una línea en memoria de Milo Vela, Regina Martínez, Gregorio Jiménez de la Cruz, Yolanda Ordaz, Misael López Solana, Noel López Olguín, Gabriel Huge, Guillermo Luna Varela, Esteban Rodríguez y Marco Antonio Báez.

Tres años hace que Noel López Olguín, periodista de Noticias de Acayucan, La Verdad y Horizontes, radicado en Jáltipan, al sur de Veracruz, desapareció. Su cadáver fue hallado cuando un sicario del narcotráfico, aprehendido por otro caso, admitió su muerte y en qué fosa clandestina lo había sepultado.

A tres años de su ejecución, Milo Vela, reportero y columnista, especialista en temas policíacos del periódico Notiver, sigue esperando justicia. Con él murió su hijo Misael, también reportero gráfico de ese rotativo, y su esposa Agustina Solana. Un comando armado ingresó a su hogar en la madrugada y los acribilló, en el puerto de Veracruz.

Tres años han trascurrido de la muerte violenta de Yolanda Ordaz, reportera de Notiver, torturada y decapitada, su cuerpo hallado en un predio cualquiera. A Yolanda la llenaron de lodo los periodistas duartistas, acusándola de ser vocera del crimen organizado.

Regina Martínez Pérez, corresponsal de la revista Proceso en Veracruz, fue estrangulada en su hogar, la tarde del 28 de abril de 2012, en su casa, en Xalapa. El gobierno de Javier Duarte se ha empeñado en enlodarla. Su argumento es que los dos acusados, un par de delincuentes y viciosos, eran sus amigos. Que bebieron y luego, a fin de robarle, la mataron.

Duarte ha sido impúdicamente desaseado para desacreditar a Regina Martínez. Sabedor de los temas que tocaba Regina, la narcopolítica, la quiebra de Veracruz, la infiltración del crimen organizado en las corporaciones policíacas, la violación y el asesinato de la indígena Ernestina Ascensión a manos de militares, en Soledad Atzompa, en la sierra de Zongolica, el gobierno estatal ha evadido la pista del trabajo profesional de la periodista.

Terco como es, el gobernador de Veracruz se ha empeñado en sostener la tesis del robo. Acusó a detuvo a uno de los presuntos asesinos, Jorge Antonio Hernández Silva, alias “El Silva”, lo consignó y un juez de consigna lo sentenció. Por violaciones a sus derechos y por ser torturado, el presunto asesinó fue dejado en libertad por el Tribunal Superior de Justicia. Aún así, el procurador Luis Ángel Bravo Contreras insiste en que reiniciará la investigación desde cero, con el móvil del robo. Del trabajo profesional de Regina Martínez, nada.

Gabriel Huge, Guillermo Luna y Esteban Rodríguez, quienes habían trabajado en Notiver y AZ fueron levantados seis días después, en el puerto de Veracruz. Horas después se les halló embolsados, descuartizados.

Marco Antonio Báez Chino, reportero de policía de Milenio Xalapa y director del portal en internet, Reporteros Policíacos, culminaba sus labores. Fue levantado y apareció embolsado, también cercenado su cuerpo, a unas cuadras del palacio de gobierno.

Creó entonces la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas, con periodistas de estado, sumisos, aplaudidores, salvo el caso de Jorge Morales, quien mantiene una actitud crítica y de compromiso. La CEAPP sólo es un parapeto del gordobés.

Gregorio Jiménez de la Cruz, reportero de Notisur, Liberal del Sur y La Red, fue levantado el 5 de febrero pasado en Villa Allende, congregación de Coatzacoalcos. Su cuerpo fue hallado seis días después, el 11 de febrero, torturado y decapitado, en una fosa clandestina, en la colonia J. Mario Rosado, en el municipio de Las Choapas, al sur del estado.

Si con Regina Martínez el gobierno de Javier Duarte se había sacudido, colocado en el centro de un escándalo nacional por la falta de garantías a los periodistas críticos, con Goyo Jiménez la explosión fue mundial. Marchaban en Coatzacoalcos sus compañeros exigiendo que lo regresaran con vida, luego que le hicieran justicia; marchaban en todo Veracruz, en diferentes ciudades de México; en España, Argentina, Estados Unidos, Colombia.

Y Javier Duarte se resiste a seguir la pista de que a Goyo Jiménez lo mataron por lo que escribía. Como en el caso de Regina, persigue otro móvil, el de rencillas familiares y un problema personal con la dueña de la cantina El Palmar.

Desaparecidos, perseguidos, acosados, reprimidos, amedrentados, amenazados, los periodistas se han enfrentado a una situación inédita: las fuerzas policíacas, la policía de Javier Duarte los ataca con conocimiento de causa, arbitrarios y prepotentes, con toletes, bastones eléctricos, los golpea y les roba. Y el gobernador nada hace por ellos.

Han soportado hasta un “pinche prensa” del secretario de Seguridad Pública de Veracruz, Arturo Bermúdez Zurita, en su comparecencia ante el Congreso. Han sido insultados, retenidos ilegalmente, revisadas sus cámaras, borradas sus fotografías. Y el gober calla.

Duarte no le ha hecho justicia a Milo Vela. Duarte no le ha hecho justicia a Regina Martínez. Duarte no le está haciendo justicia a Goyo Jiménez. Fueron asesinados por lo que escribían pero esa pista la evade Javier Duarte.

Su gobierno es una tiranía disfrazada a medias. El duartismo es enemigo de la prensa libre, de las voces críticas, del periodismo documentado, del análisis que acredita que el régimen de Javier Duarte de Ochoa es un fracaso; de las voces que expresan que hay un vínculo directo entre la clase política y el crimen organizado, que Veracruz es el santuario de Los Zetas, que el gran peculado fidelista de 35 mil millones de pesos hoy es de 80 mil millones por la cómplice y errática conducción de estado en manos de Javier Duarte.

En Veracruz, los periodistas mueren violentamente y lejos de hacerles justicia, se les enloda, se les criminaliza, se les involucra con mafias del narcotráfico, se les intimida, se les reprime, se les somete a campañas de infamia en las redes sociales. Y a todos les indigna.

Eso sí, cuando el gobernador llama y dice que hay huevos y frijoles gratis, los búfalos del periodismo corren en tropel a la cita con el que les da de comer. Son como las promotoras del PRI: si el desayuno y la bebida no cuestan, todos a aplaudir.

La conciencia de gremio, aplastada por un chayote.

Archivo muerto

Ríe María Gina Domínguez Colío de la prensa a la que tenía sometida y de la otra prensa, la que le documentó abusos y excesos, negocios atropellos. Desde su “secretaría técnica”, sigue operando el área de comunicación social del gobierno de Veracruz. Impone su voluntad en medios nacionales, dicta línea a los industriales del periodismo estatal, acuerda con columnistas, matiza críticas. Hace valer el valor de un convenio con televisoras y radio nacionales, pues lo que se compra no es el tiempo ni el espacio, sino la línea editorial. Acá, el cisne tuitero, Alberto Silva Ramos, sólo pierde el tiempo en el diseño de los boletines, organización de festejos y su desgastante pleito con Miguel Ángel Yunes Linares, la obsesión de cabecera del duartismo y del fidelismo… Escandalazo en puerta: un alto funcionario de la Secretaría de Seguridad Pública, cercanísimo al titular, Arturo Bermúdez Zurita, implicado en el robo de un celular al conocido periodista, Pedro Cayetano, corresponsal de Grupo ACIR en Coatzacoalcos. Hay pruebas, hay reconocimiento de culpa y hay denuncia penal. Hoy será ratificada… Impostergable, el proyecto para construir el relleno sanitario o instalar la planta de procesamiento de basura, quedó formalizado en el cabildo de Coatzacoalcos. En cuestión de meses será imposible continuar usando el tiradero a cielo abierto de Las Matas. El predio El Rebozo, adquirido cuando Marcelo Montiel Montiel fue alcalde por primera vez, será habilitado como nuevo sitio de confinamiento, si así lo aprueba el Congreso de Veracruz y luego la Secretaría de Medio Ambiente del gobierno federal. Lo que queda en la agenda es quién será el concesionario, cuánto tendrá que invertir y quién estará detrás del proyecto. Sabíase que en los días de Marco César Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— en la alcaldía, el negocio lo fraguaban unos Chagra y unos Tubilla. Y ahora se les suma un Montiel…

 

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