La herencia de “El Alacrán” / Rodolfo Herrera

De 69 años, oriundo de Soledad de Doblado, el periodista Manuel Antonio Huerta Naranjo, “El Alacrán”, falleció en la ciudad de Xalapa víctima de un cáncer terminal que lo mantuvo postrado en los últimos días.

ESCRITORAutor de la columna “El Flechador” que remataba con “La ñapa”, El Alacrán, como le decíamos sus amigos, fue maestro extramuros de generaciones de periodistas jóvenes que encontraban en él un nuevo panorama, precisamente lo no visto en las aulas y escuelas de periodismo.

Propietario de un buen humor con destellos de ironía, la clase política lo segmentaba entre los “no deseables”, pertenecía al exclusivo grupo de periodistas vetados del gobierno, lo que sus detractores no alcanzaban a comprender es que la malquerencia era recíproca, ellos también eran indeseables para el alacrán.

Fueron pocos los periodistas que gozaron de su amistad y requirieron horas y horas de pláticas productivas en torno a un buen café, algunos de ellos encumbrados en la prensa nacional, como Ricardo Ravelo de la revista Proceso, por ejemplo.

Otros más, directivos de la prensa local y nacional lo requerían para confirmar información privilegiada, sobre todo en lo referente a narcotráfico y corrupción política, temas que Manuel Naranjo dominaba con valentía y en abierto.

Luis Gutiérrez, director del desaparecido y entonces prestigiado diario nacional “unomasuno” dijo alguna vez a un reportero “Lo cotejaste con Naranjo, entonces la información es buena”.

Otro más como el desaparecido y combativo periodista José Miranda Virgen, director de La Crónica, dijo en reunión con un selecto grupo de periodistas tras la presentación del libro “Todos están adentro” del también diarista asesinado Miguel Ángel López Velazco, “Manolo ¿Y si tú también escribes un libro del narcotráfico? Va a tener que ser un atlas”.

En la Esquina de La Parroquia de Zamora e Independencia, El Alacrán conversaba con muy pocos amigos, Pedro Tiburcio, Oscar Pedro Reyes, Mario Treviño, Juan Lobeira, Mireya Cuéllar, Marco Antonio Aguirre, Sandra Isabel Jiménez, Ricardo Ravelo, Mario García, Enrique Huerta Wong, Víctor Ochoa, Guillermo Wong, era como escuchar las notas de un diario no publicado, la información que la mayoría de los reporteros quería escuchar.

La generación de jóvenes que escuchábamos al alacrán, a Manolo, a Naranjo como le decíamos con enorme afecto y respeto, quedamos marcados por el hombre que entregó su vida a decir la verdad, a soltar la información, a vivir fuera del presupuesto y muy lejos de las dádivas que envilecen, esas que se dan a cambio por guardar información, o peor aún, por desinformar a una sociedad indefensa. Alguna vez le dijo a un periodista amigo convertido en el jefe de prensa del sindicato azucarero: “Trae acá eso y vete que me quemas”.

Naranjo nos marcó, sin quererlo hizo escuela, quienes convivimos con él no podemos concebir la realidad política y social sin decir la verdad, sin emitir una opinión verídica, indignada, el alacrán logró envenenarnos y desde entonces percibimos una realidad diferente.

Éramos pocos los privilegiados con los buenos ratos, los comentarios afectuosos, los consejos, su preocupación en los momentos difíciles o cuando las cosas no iban bien.

Crítico de los estudiosos de la comunicación a los que Naranjo les llamada “Genios”, el alacrán les echaba en cara su poca vocación en la formación de los nuevos comunicadores, y lo decía en abierto, sin tapujos y de frente.

Entre las frases más celebres, decía “Somos amigos en la desgracia, en cuanto te vayas pa arriba te vas a olvidar de los demás”.

Otra más cuando escuchaba que alguien hablaba de un tema que no conocía: “Te pareces al perro de la boticaria… Oyes ladrar al de Boca del Río y tú también ladras y no sabes ni por qué”.

Siendo alcalde de Veracruz Efrén López Meza, en la esquina de Esteban Morales e Independencia, en el puesto de revistas de Pedro Tiburcio se encontró con el alacrán y le dijo “Manolo, tenemos que comer”. Ante la sorpresa de los presentes Naranjo le contestó: “Yo no me junto con mafiosos”.

Cuando le sugerían ir a un evento del PRI en ese entonces, Manolo contestaba: “La naturaleza fue sabia conmigo, si hubiera querido que yo anduviera en manada me hubiera echo vaca, pero no, por eso ando solo”. O cuando alguien pedía favores para otros: “Andas pidiendo limosna para hacer caridá”. “Y tú por qué chingao tienes que sudar calenturas ajenas”.

El periodista Henri González le presumió que tenía a la mejor novia del gremio y Naranjo le contestó: “Una buenota te la encuentras fácilmente, lo que tienes que buscar es una buena madre para tus hijos y espero que ya la tengas”.

Los sábados era de costumbre las botanas de La Perla donde platicaba las últimas de la ruta del narco, los “excontertulios” “los mercachifles”, allí una vez contestó: “Salvo un desafortunado accidente, es virtud de los hombres de bien morir en su cama”.

Ayer Manolo cumplió cabalmente con ese adagio, pasó sus últimos años en Xalapa entre una vida llena de peligros y deslealtades, nunca perdió su estilo, nunca dejó de escribir de lo que quiso, vivió siempre libre y sin faltar a la verdad, su verdad, el alacrán murió en su cama, o como él mismo predijo, murió como los hombres de bien.

Adiós maestro.

Hasta siempre amigo.

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