COVID-19: La inminente crisis y las lecciones para el pueblo mexicano

Andi Uriel Hernández Sánchez

A estas alturas parece quedarles claro a muchos mexicanos que las autoridades del país, principiando por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, están tomando muy a la ligera la crisis de salud provocada por la pandemia del COVID-19 que ahora mismo tiene consternada al mundo entero, en una actitud que a ratos se muestra demasiado irresponsable, tomando en cuenta que se trata del riesgo que corre la vida de millones de personas. 

Para nadie es un secreto que la pandemia nos ha alcanzado en un momento crítico: desde hace meses el sistema de salud pública se halla colapsado peor que en los sexenios anteriores a la 4T, no hay médicos ni medicinas suficientes, las clases trabajadoras han perdido el Seguro Popular y ahora deben cargar con los gastos de medicamentos y hospitalización que no pueden costear porque el dinero no les alcanza, muchas personas afectadas por enfermedades graves han fallecido porque no tuvieron los recursos para pagar las medicinas carísimas que requerían para curarse; tan sólo en Veracruz la población ha sido asolada por enfermedades perfectamente curables o prevenibles como el dengue y la influenza por la inoperancia del sistema de salud. Quizá por ello, los mexicanos no se creen el cuento de que “estamos preparados con recursos suficientes para enfrentar la pandemia” y les preocupa que a pesar de las evidentes carencias tampoco se esté reaccionando con la prontitud y seriedad que la situación amerita. Es claro, no hay recursos económicos para adquirir camas, enseres, personal médico y administrativo, acondicionar zonas especiales de confinamiento y mucho menos para edificar hospitales de alta especializada en tiempos records.

Por si eso no bastara, la economía de México se encuentra en recesión desde hace varios meses, no hay inversión pública ni privada, por consiguiente, no hay generación de empleos, y el número de personas que vive del empleo informal crece aceleradamente, además, el salario de la gente con trabajo fijo cada vez alcanza para menos, entre otros males. Por ello, cerrar fronteras, clausurar establecimientos temporalmente, restringir la movilidad y guardar la prudente cuarentena seguramente harán más grave la situación económica de los mexicanos sin empleo que viven al día o que necesitan vender su fuerza de trabajo para obtener a cambio un salario para sobrevivir y que aquí como en el mundo son la absoluta mayoría. 

El miedo a los devastadores efectos de la crisis de salubridad y económica que se avecinan es, con seguridad, lo que se esconde tras la aparente tranquilidad y despreocupación del presidente de la República y lo que ha provocado que hasta ahora no se hayan adoptado las medidas de seguridad recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) o que se intente ocultar información a la población sobre el verdadero número de infectados o decesos que se han presentado en el país, impidiendo, por ejemplo, que laboratorios privados especializados y que han probado ser efectivos realicen pruebas a los ciudadanos para verificar que estén libres del virus, a pesar de que la OMS ha ordenado a todas las naciones “hacer pruebas, pruebas y más pruebas”; o, que el canciller mexicano Marcelo Ebrard, le haya tenido que suplicar a los Estados Unidos que no cerrara su frontera con México para no frenar el flujo de mercancías y capitales, o que no se cancelen los vuelos comerciales y los puertos tengan que seguir operando, a pesar de que en todo el mundo los países avanzados han hecho lo contrario. 

Pero el destino nos alcanzó, desprevenidos y con una economía enferma y un sistema de salud desbaratándose. La experiencia mundial, de la que nuestro gobierno no aprendió absolutamente nada, nos enseña que, en los próximos días, de no encontrarse una efectiva vacuna antes, el número de enfermos y decesos en México aumentará exponencialmente y lo que hoy se intenta ocultar o minimizar habrá de cobrar factura (la Secretaría de Salud vaticina que más de 10 mil infectados necesitarán cuidados especiales en terapia intensiva). Lo peor es que, como en todos los grandes desastres que han azotado a la humanidad, la inmensa mayoría de enfermos y muertos los pondrán los débiles y desprotegidos, los menos favorecidos económicamente, aquellos que no podrán ir a sanatorios privados o que tendrán que luchar por llevar el pan diario a sus hogares. 

Por otro lado, la pandemia mundial del COVID-19 desnuda una vez más, la fragilidad de un decadente modelo económico neoliberal. Los gobiernos neoliberales (México incluido) se han desentendido de sus sistemas de salubridad pública o los han entregado a la empresa privada, cuyo propósito fundamental es obtener lucro y no velar por el bienestar colectivo, por lo que no han podido hacer frente a esta contingencia. Son los países con modelos económicos distintos al neoliberal los que en este momento le aportan esperanza al mundo: China, origen de la pandemia la ha contenido con una rapidez y una eficacia sin precedentes, el pueblo chino en su historia reciente ha sabido sobreponerse a la miseria y llevar a su nación a la punta de la generación de riqueza en el mundo gracias a su capacidad de trabajo, a su organización y movilización constante, lo que los ha salvado del desastre una vez más; también tenemos el ejemplo solidario del pueblo cubano que ha mandado médicos y medicinas por todo el orbe para contener el avance del virus, a pesar del asesino bloqueo económico que el imperialismo estadounidense lleva imponiéndole hace varios años; estos pueblos con modelos económicos que anteponen el bienestar social antes que el lucro excesivo, le muestran a los pueblos del mundo entero el camino que deben seguir para superar esta crisis y las que sobrevengan. 

No hay duda, en México, a pesar de tener un gobierno incompetente, será la solidaridad y la incansable capacidad de trabajo de los mexicanos lo que levantará al país de esta crisis, así ha sido siempre ante los desastres naturales o las epidemias. Sin embargo, no estaría mal que ahora, emulando los esfuerzos del pueblo chino, nos decidiéramos de una vez y por todas desterrar al modelo económico neoliberal para instrumentar otro que reparta mejor la riqueza social, que construya un sistema de salud de alta calidad y que impida que haya mexicanos que no tengan lo indispensable para tener una vida digna, es esa, tal vez, la mayor lección que tendremos que aprender. Por ahora, obedezcamos en la medida de lo posible las recomendaciones preventivas hechas por los organismos internacionales en materia de salud, por el bien nuestro, de nuestros seres queridos y de México entero.

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