COVID-19, ¿un respiro para el planeta?

Por Ixtlixóchitl López

México, (Notimex).- A medida que el brote de COVID-19 fue avanzando por el mundo, los gobiernos de distintos países comenzaron a adoptar medidas de confinamiento y suspensión de actividades para evitar su propagación, mismas que nos regalaron postales de la naturaleza hace tiempo ocultas por el humo y la contaminación.

Como epicentro de la epidemia, China fue el primer país en mostrar una mejora en la calidad del aire, pues el cierre de fábricas y comercios derivaron en una estrepitosa caída de los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) y carbono (CO2), que cada año provoca la muerte de 1,1 millones de personas, de acuerdo con la Universidad de Hong Kong (CUHK, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, los efectos del encierro humano y la baja en la producción industrial también se han visto reflejadas en Madrid, donde pavorreales y ciervos han salido a las principales avenidas en busca de alimento; en la transparencia de los canales de Venecia por los que de nueva cuenta transitan peces y cisnes; así como en las calles de California hasta donde han llegado los coyotes para explorar.

En Latinoamérica, la naturaleza también ha aprovechado la ausencia de personas para deambular por las zonas que poco a poco le fueron arrebatadas, tal es el caso de las playas en Lima, Perú, donde la semana pasada se pudo observar la llegada de algunos delfines y lobos marinos.

Incluso, ciudades como Nueva Delhi, Santiago, Bogotá y México que se encuentran en alerta permanente por la mala calidad del aire, han mostrado una mejora en las últimas semanas y dado a los ciudadanos la oportunidad de mirar hacia el cielo despejado.

Debido a estas mejoras, la pandemia de COVID-19 ha sido considerada por algunos como un “respiro para el planeta” y hasta un mecanismo de defensa que la naturaleza ha implementado para revertir los efectos de la humanidad.

Los residuos y el temor al contagio

Pese al espejismo, la evidencia de que la pandemia también trajo consecuencias negativas al medio ambiente se pudo apreciar antes de los esperado.

En los primeros días de marzo, la organización ambientalista Ocean Asia alertó que los cubrebocas utilizados por la población ante la propagación del virus estaban contaminando las playas y senderos de Hong Kong, afectando la flora y fauna de la región.

Tras un recorrido por la zona, la organización aseguró haber encontrado más de 70 cubrebocas en apenas 100 metros de playa en la zona costera de las islas de Soko, cerca de Hong Kong.

El temor al contagio también ha provocado que en algunas ciudades de Estados Unidos y Europa se hayan detenido los programas de reciclaje, y que en otros países como Italia las autoridades hayan prohibido a los ciudadanos infectados separar sus desechos.

En España, por ejemplo, las autoridades permitieron la quema de residuos médicos y que hayan estado en contacto con el virus, en fábricas cementeras.

En tanto, la industria ha aprovechado la oportunidad para revocar las prohibiciones de bolsas desechables y las empresas amigables con el ambiente han optado por usar envases de un sólo uso para evitar contagios.

A ello, se suma la producción descomunal de basura producida por quienes permanecen en casa y los desechos médicos que en el centro de la epidemia, Wuhan, alcanzaron un promedio de más de 200 toneladas.

Además, China ha pedido a las plantas de tratamiento de aguas residuales que fortalezcan sus rutinas de desinfección para evitar que el coronavirus se propague a través de las aguas residuales, principalmente a través de un mayor uso de cloro.

Efecto rebote en la contaminación

Expertos internacionales y ambientalistas han advertido que este “respiro” al planeta es sólo temporal y que una vez concluida la emergencia sanitaria los niveles de contaminación podrían tener un efecto rebote, derivado de la recesión económica que se avecina.

El director de la Agencia Internacional de Energía, Faith Birol, afirmó que no hay nada que celebrar en la disminución de emisiones contaminantes, pues ésta no será sostenible y por el contrario pondrá en riesgo la acción climática a largo plazo.

Esto, explicó, debido a que la especulación y la crisis económica a nivel mundial, sumada a la falta de políticas y medidas estructurales, imposibilitará la inversión de los gobiernos en fuentes de energía renovable y habrá una desaceleración en la transición energética.

Por su parte, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtió que la reducción de emisiones como resultado de la crisis económica provocada por el COVID-19 no son un sustituto de acciones contra el cambio climático y coincidió en que una vez superada la pandemia, se espera un incremento en las emisiones de gases efecto invernadero.

Además, la periodista y activista canadiense Naomi Klein advirtió que la crisis sanitaria por COVID-19 podría ser utilizada por los gobiernos y las empresas para acrecentar las desigualdades entre los ciudadanos y el embate a la naturaleza, a través de programas y políticas orientadas a salvar al sector industrial (aéreo, petrolero y gasístico) de la crisis económica que se aproxima.

Esperar lo mejor, prepararse para lo peor

John Sauven, director ejecutivo de Greenpeace Reino Unido, afirmó que ningún crisis de salud ni recesión económica u otro tipo de desastre nos va a regalar un mundo más seguro y respetuoso con el medio ambiente.

Afirmó que este mundo debe construirse pieza a pieza a través del esfuerzo acordado globalmente, para el que no existen precedentes, y aseguró que en los próximos días la clase política tendrá la oportunidad de sentar las bases para una economía más fuertes.

“Necesitamos un mundo en el que tener aire y agua limpios, una naturaleza que prospere y menores emisiones de carbono no sea consecuencia accidental de un desastre. Necesitamos que se entiendan los beneficios de tener un planeta sano y que se comprenda que existe una manera mejor de hacer las cosas”, expresó.

Para ello, indicó, será necesario un nuevo acuerdo entre el gobierno, las empresas y las personas en el que el dinero público se gaste en proteger a los más vulnerables y advirtió que cualquier apoyo a las industrias contaminantes deberá venir con la condición estricta de que esos recursos serán para salvaguardar empleos y abonar a la descarbonización del futuro.

“Si el Gobierno responde adecuadamente, podríamos salir no solo de esta crisis de salud, sino también alejarnos de la crisis climática que nos seguirá esperando una vez que todo esto termine. Nuestra economía debe tener como pilar básico una transición justa hacia un futuro más verde”, afirmó.

A su vez, Li Shuo, portavoz de Greenpeace en China detalló que si los estímulos para reactivar la economía en su país se centraban en energías limpias y sectores respetuosos con el medio ambiente, como las telecomunicaciones o la tecnología, el coronavirus podría, accidentalmente, haber contribuido su grano de arena en el cambio de modelo productivo del gigante asiático.

Sin embargo, presagió que China apostará por un paquete económico que ha bautizado como “polución vengativa”, es decir, inversiones en carbón, petróleo y las mismas industrias pesadas que en las pasadas décadas la convirtieron en la fábrica del mundo.

A su pronóstico se suman los precios internacionales del petróleo que con la pandemia se ha convertido en el combustible más atractivo debido a que su precio ha descendido a niveles que no se veían desde 1991, en plena Guerra del Golfo.

Además, activistas como Greta Thumberg, quien lidera el movimiento Friday for Future ha acusado que la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) ha utilizado pandemia global para crear lagunas para destruir el medio ambiente.

Esto, luego de que se diera a conocer que la agencia renunció a la aplicación de una serie de medidas de protección ambientales y de salud pública, alegando que las industrias podrían tener problemas para cumplirlas durante la emergencia sanitaria.

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