ES LA ESTRATEGIA… La sobreexposición en las redes sociales

Rodrigo López San Martín

En la última década, la evolución del papel de las redes sociales en las campañas electorales y en la política en general, ha sido vertiginosa.

Lo que empezó, por allá de 2009, como una plataforma para tener una comunicación en dos vías con los electores y como un espacio en el que los ciudadanos podían organizarse alrededor de causas específicas, hoy juega un papel mucho más protagónico.

Con el paso de los años, el acertado intento de mimetización de los líderes políticos con los amigos o personas que los ciudadanos siguen sus redes sociales, orientó el contenido político a la parte humana. Cada legislador, funcionario o candidato intentó balancear su mensaje político con la presentación de su lado más personal, similar a lo que los usuarios ven de sus amigos en esas mismas plataformas.

¿Qué busca un político cuando expone su vida privada cotidianamente en las redes sociales?

Mostrarse como alguien con una vida similar a la de sus electores. Que la gente lo conozca a través de su familia, sus gustos, sus hábitos o sus pasatiempos y lo pueda ver como alguien igual a ellos, para construir un vínculo de empatía a través de eso.

Pero este canal de comunicación sólo tiene sentido cuando se usa para complementar el contenido, la sustancia, que un político debe presentarle a los ciudadanos. Y algunos, perdieron ese balance.

Porque cuando toda la estrategia de comunicación se basa en la sobreexposición de la vida personal como eje central del posicionamiento de un personaje público, se construye una bomba de tiempo que tarde o temprano explotará.

Así lo comprobó en los últimos días el senador por Movimiento Ciudadano, Samuel García. Durante una transmisión en vivo, el aspirante a la gubernatura de Nuevo León pronunció mensajes machistas contra su esposa, Mariana Rodríguez, a quien le pidió taparse las piernas porque, dijo, “me casé contigo para mí, no para que andes enseñando”.

Sobra decir que no hay justificación para ese lenguaje, en público o en privado. Pero es evidente también que el costo político que tendrá que pagar el senador está vinculado al momento, el lugar y el destinatario de sus palabras. Hoy, las aspiraciones rumbo a 2021 de García, se tambalean.

¿Quién decidió que la estrategia de posicionamiento rumbo a una elección tan importante y con tantas miradas encima, como la gubernatura de Nuevo León, se basara en algo tan frágil, con tanto espacio para equivocarse y sin margen para corregir, como las transmisiones en vivo del aspirante junto a su pareja?

Hace tiempo que la comunicación política parece banalizarse. Y el uso de las redes sociales ha jugado un papel importante en ello. Estrategias simplistas han dejado de lado el contenido y la propuesta.

Quizá este ejemplo sirva para que los políticos, y sus estrategas, entiendan que lo que con aire se construye, igualmente fácil puede derrumbarse. Y que los ciudadanos exijamos más. Que, si bien la parte humana de un político es importante para conocerlo, nunca debe suplir lo sustancial. Porque los problemas de seguridad o las crisis económicas, no se solucionan comiendo costillas frente a una cámara.

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