¿Dónde está el dinero, quien lo tiene? / Manuel del Ángel Rocha

ESCRITORComo en el Puerto Rico de los cuarentas,  el  del “jibarito” Rafael Hernández,  Veracruz es un largo y extendido lamento “jarocho”,  porque dese Pánuco hasta Las Choapas, no hay productor, empresario, comerciante, ganadero, obrero, campesino, ama de casa, o el ciudadano  común, “Juan pueblo”, que no se queje amargamente por falta  de liquidez. Apenas la semana pasada, nuevamente  la CANACINTRA local de Carlos Abreu Domínguez, solicitó al secretario de Finanzas Fernando Charleston Hernández,  que le pague a sus agremiados cien millones de pesos que les adeudan  desde antes del año pasado. El empresario explico que el 5%   de las empresas instaladas en Xalapa y la región, ante la falta de pago, y aunado a la impositiva reforma fiscal,  ha ocasionado que hayan cerrado sus instalaciones.

Proveedores empadronados en el  gobierno del estado, que desde el inicio de la  administración han suministrado productos y servicios a las diversas dependencias, no encuentran la forma de que la SEFIPLAN les cumpla lo establecido en los contratos firmados por ambas partes, para recuperar su inversión, o renegociar a precios actuales los convenios que la dependencia omite cumplir. Otro de los grupos que no ceja en solicitar el reembolso  de su capital, son los constructores de obra pública que señalan se les adeuda desde el sexenio del ex gobernador  Fidel Herrera Beltrán. Otros constructores han dado  por perdido  el dinero que les adeudan, mismo que  utilizaron en la obra realizada en la actual SIOP, de Gerardo Buganza.

 Sería muy sano que tal y como lo hace Luis Videgaray, Secretario de Hacienda, Fernando Charleston titular de las finanzas  estatales, saliera a dar una explicación confiable, creíble,  del porque del retraso en las obligaciones de su dependencia. Del porque no se ha pagado a las docenas de proveedores, constructores, e incluso a los empleados estatales.  A pesar de que las finanzas nacionales son hoy el talón de Aquiles de gobierno del presidente Peña Nieto, Videgaray ha reiterado que habrá dinamismo en la economía cuando el gasto público empiece a sembrar infraestructura de largo alcance en el interior del país, además de seguir invirtiendo de manera intensa a los programas sociales.

Lo grave de la situación financiera de gobierno estatal, es que la escasez de recursos  ha impactado   áreas por demás sensibles de la administración. Tal y como ocurre con el gran mosaico de manifestaciones que suceden semanalmente en la Plaza Lerdo, donde los reclamantes solicitan desde terrenos, reparación de escuelas, regularización y autorización de placas de taxis, de colonias urbanas, el pago de becas, la construcción de centros de salud o centros educativos, la repavimentación de tal o cual camino rural. Pero en el rubro de la salud y los programas sociales de atención a los más desprotegidos, el gobierno se ha convertido en  autista. Por increíble que parezca,  no hay semana que los medios de comunicación publiquen  notas sobre la carencia de medicamentos   en los centros de salud, pero también  en los hospitales de especialidades, con  equipo de quirófano y materiales de curación faltante,  en demérito del servicio médico, pero sobre todo del paciente, que en muchísimos casos conlleva su deceso.

Tal parece que la miseria no solo ha llegado a la población veracruzana, sino que también existe un gobierno en evidente y decadente prosperidad. No se sabe de dinero para programas al campo, a la agricultura, a la industria, como tampoco de obras magnas, con excepción de la mínima infraestructura que se  realiza para los juegos centroamericanos. Ello produce que cientos de campesinos abandonen su medio para emigrar a las ciudades, y los de las ciudades hacia otros centros laborales, pero no del estado,  donde puedan emplearse y ganar un poco de dinero para su manutención. No hay bienestar social, solo extensos lamentos   por la indigencia financiera del gobierno estatal.

Lo que hoy sucede a Veracruz no pasa en Tlaxcala o Puebla, a pesar de la vecindad existente, sus parámetros económicos y políticos son otros, de mayor bonanza y calidez, que  provocan la estabilidad hacendaria, el pleno empleo, o la confianza ciudadana de los gobernantes hacia su gobierno. Hay liquidez, hay empleo, y se respira tranquilidad, lo que no ocurre en aquí. Cuál es  la razón entonces para explicar la pobreza casi generalizada de la población veracruzana, si nuestro estado es poseedor de riqueza en petróleo, ganadería, agricultura,  comercio marítimo, entre otros rubros.

Con un presupuesto de  cien mil millones de pesos anuales, los veracruzanos no sabemos en que se utilizan, a donde van a parar, o quien se queda con ese dinero, porque no está en la economía local, los actores y gestores económicos así lo manifiestan. No hay circulante en la hacienda aldeana, ni sosiego de quienes mantiene al gobierno estatal. Solo esperemos amable lector, que estos recursos, como casi siempre ocurren, no los estén guardando  para las campañas políticas de sus candidatos,  del PRI,  del PANAL, el Verde y el AVE, sus satélites y compinches.

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