La recuperación económica (III) / Lino Perea Flores

LINOExisten cuatro formas para el gobierno de cualquier país de allegarse fondos; en primer lugar, por la venta de bienes y servicios de las empresas de su propiedad; en segundo lugar por la vía fiscal aumentando los impuestos de los contribuyentes; en tercer lugar, gastando menos o restringiendo programas públicos; en cuarto lugar, pidiendo prestado ya sea a través de emisiones bursátiles o con empréstitos directos. En todos los casos la idea es incrementarle los recursos públicos al gobierno en turno; sin embargo como puede observarse, en el caso de México y sus distintos niveles de gobierno, ninguna de estas opciones parece viable ya que se han estado agotando las opciones de incrementar los presupuestos públicos, vía estos mecanismos tradicionales.

Los problemas se habrán de agudizar si las deudas contraídas con anterioridad se suman a las que se presenten en turno, ya que ello agravará aún más las finanzas públicas, porque se caerá indefectiblemente en lo que se conoce como una trampa financiera; de esta manera, la única opción que le quedará a nuestros gobiernos es apretarse el cinturón, recortando gastos y eliminando proyectos de inversión o que impliquen mayores gastos, o recurrir a la asociación de las empresas públicas productivas con las empresas privadas, estableciendo mecanismos compulsivos de ahorro público para que se puedan realizar posteriores inversiones; lo cuerdo en términos económicos por tanto, es dejar de gastar y ahorrar más, lo que es difícil cuando se tienen programas sociales que tienen que llevarse a efecto, pero ni modo.

En la década de finales de los ochentas y principios de los noventas del siglo pasado, el gobierno de México tuvo que recurrir a medidas draconianas a través de “pactos económicos”, entre los factores de la producción y los sectores social, productivo y gobierno, resultando una serie de medidas que se tuvieron que llevarse a cabo, so pena de que la situación se volviera inmanejable y el país se hundiera en una mayor recesión. Nos sucedió lo que a Grecia y a España en años recientes, pero en nuestro caso es imperdonable que nos esté comenzando a suceder de nueva cuenta, sin que hayamos reflexionado al respecto, como es el caso de los endeudamientos ominosos de los tres niveles de gobierno, por lo que habrá que comenzar a recobrar la cordura en materia de gasto público.

Lo importante es entender que no solo es un asunto de probidad en el ejercicio del gasto, pero el cómo y en qué se gasta; asimismo, es necesario entender que la inversión masiva en infraestructura, si bien reanima la economía tiene que tener como contraparte el ahorro para invertir en ella, pero no se puede financiar el gasto público solo con recursos fiscales vía aumento de impuestos, porque le extrae la savia financiera al sector privado, ni tampoco ya se pueden financiar los déficit públicos con recursos provenientes del petróleo de exportación, porque se le impedirá al sector petrolero (Pemex), crecer sanamente. Entonces: ¿Qué hacer?.

La respuesta no es simple, pero si se pueden y deben regular los circuitos de la economía disminuyendo los excesos e incrementando y supliendo los recursos de inversión con mecanismos distintos o complementarios a los actuales; por ejemplo, utilizando el ahorro interno de los trabajadores ubicado en las Afores en una proporción que no se arriesguen estos fondos, en actividades productivas de manera paulatina y sensata a mediano y largo plazos, en lugar de estar premiando los capitales bancarios vía Cetes. Otra medida es regulando y promoviendo las inversiones productivas privadas o coinversiones, disminuyendo los riesgos para los distintos niveles de gobierno.

China es un ejemplo a seguir, ya que mientras el Occidente se embriagaba en un consumismo derivado de los créditos que la banca ofrecía en cantidades casi ilimitadas, ellos producían y producían, vendían sus mercancías a crédito en mercados capitalistas, donde los trabajadores de los países desarrollados que les compraban sus bienes y servicios, ganaban varias veces más el salario de los trabajadores donde se producían los productos masivamente. Por ello, los trabajadores chinos hoy tienen a su alcance los artículos de consumo que producían en masa, a precios varias veces menor que en los países desarrollados, aunque también les ha alcanzado para ahorrar entre el 20 y el 50% de su salario, mientras que en los países capitalistas los consumidores de productos chinos, son sus trabajadores los que viven endeudados, no ahorran y viven al día.

Este esquema generalizado, nos puede enseñar lo que realmente generan los gastos superfluos, pero también las inversiones productivas y el ahorro de las personas y empresas, por lo que si no tomamos en cuenta nuestras experiencias pasadas, corremos el riesgo de repetir nuestra historia económica de hace tres décadas, cuando perdimos treinta millones de mexicanos, que al no encontrar trabajo en México por la crítica situación económica de México, tuvieron que emigrar hacia los Estados Unidos. Todo por haber pedido prestado y dilapidado los recursos públicos insensatamente. No lo repitamos nunca más.

Comentarios:   perealino@yahoo.com.mx  (*)Maestro en Ciencias y Doctor en Economía por la London School of Economics and Political Science, de la Universidad de Brunel y la Universidad de Londres, Inglaterra.

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