Estamos por ver la reacción nacional, aunque ya el sábado tuvimos un adelanto en el Zócalo con los encapuchados, incendiando Palacio Nacional, después de saber lo que intuíamos; los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa Guerrero, fueron ejecutados de manera brutal. No alcanzan los adjetivos para endosar y juzgar a los sicarios, que producto de la descomposición social, son víctimas de la desigualdad estructural del sistema económico y político que prevalece en México, pero también son victimarios, delincuentes atroces de sus propios hermanos de clase. La estabilidad política del país cuelga de un hilo muy delgado, y el presidente Peña Nieto viajando por Asia.
Lo peor, es que a pesar de la recurrencia de este tipo de violencia que se ha adueñado del país, los hechos sigan sucediendo, sin que autoridad alguna vaya al fondo del problema, y destierre esta práctica nauseabunda que de tiempo atrás cogobierna en todos los niveles de gobierno. Aunque en el discurso digan lo contrario, ninguna de las dirigencias de los partidos nacionales o locales (el PRI, el PAN, o el PRD), se han sometido a una vacuna ética y moral, y han rechazado abiertamente a tal o cual candidato, que de manera pública, descarada, se dedican a actividades ilícitas de las que la sociedad está enterada. Los partidos han delegado su responsabilidad política, a la autoridad judicial, omitiendo la propia.
A los partidos les interesan los votos para conservar y ampliar su cobertura clientelar, y por supuesto que también le importan candidatos con mucho dinero, que aunque no convenzan a la voluntad popular, puedan comprarla. Esta ha sido, de siempre, la característica de casi todos los partidos. Los liderazgos sociales han pasado a la historia. El candidato que ganaba por carisma o identidad con sus votantes, no existe. Solo gana aquel que cuenta una enorme estructura de operadores, aparato publicitario, y recursos económicos y en especie, para entregar a los votantes. La democracia esta penetrada por una maquinaria corrupta, que ya se institucionalizo, y que es indistinta para grupos, partidos, o ideología (que tampoco hay).
Baste ver en Michoacán, como la Tuta y los Caballeros Templarios cogobernaron con el PRI. La vida social y productiva estuvo en todo momento controlado por el grupo delincuencial. Los productores de plátano, limón y aguacate tenían que pagar su impuesto a los Caballeros para poder trasladar sus productos a los centros de abasto, y muchas de las familias tuvieron que migrar, o aceptar que alguno de sus familiares perteneciera a la mafia, y tomar su actividad como algo cotidiano. Muchas de las alcaldías correspondían a la delincuencia. Ellos colocaron a sus candidatos y la gente voto para que ganaran. Increíble pero cierto, la realidad supera a la ficción, la “maña” ya no solo había penetrado el tejido social, sino también la vida de los partidos políticos. De la mano de ellos se conducían como si nada extraordinario ocurriera en Michoacán; la ambición por el poder y el control político y económico era superior que practicar una democracia transparente, participativa.
En Iguala Guerrero, también lo inconcebible. Otra vez la ambición e intereses de un grupo, el de los “chuchos” (que controlan al PRD), pudieron más que otra candidatura, más transparente, con liderazgo. Eligieron a José Luis Abarca Velázquez, porque pudo comprar, de manera sobrada su candidatura. Dueño de la noche a la mañana de más de 30 casas, edificios, joyerías, ranchos, y centros comerciales (que no es impedimento ser rico para aspirar a ser alcalde o diputado), solo que las propiedades eran producto de dinero sucio, proveniente del narcotráfico. Y lo inverosímil, el alcalde ordena detener y reprimir a los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, que la misma noche del 26 de septiembre, 3 de ellos son asesinados en pleno centro del municipio, mientras 43 eran detenidos por la policía municipal, subidos a una camioneta de redilas, y entregados al grupo “Guerreros Unidos”, que los traslada al basurero de Cocula, municipio colindante de Iguala, y ahí son ultimados. Incinerando los cuerpos y arrojadas las cenizas y despojos al rio.
La dirigencia nacional del PRD tuvo conocimiento a detalle, de que el alcalde Abarca, fue el autor material de la muerte de otro aspirante a la alcaldía, perteneciente al grupo de René Bejarano, y nada hizo. Este informó a la PGR, pero nada paso, y así las cosas hasta llegar al drama que hoy enluta a México y a su pueblo. Después de esta tragedia, será importante pulsar la reacción de los partidos políticos y del Estado mexicano, para frenar la narco política que invade diferentes esferas de la vida nacional, y pone en riesgo la estabilidad política del país. Después de este hecho nefasto, nada será igual para México.
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