Que vivan los estudiantes / Manuel del Ángel Rocha

ESCRITORHoy  que la sociedad mexicana está en las calles del país, clamando justicia por sus hijos desaparecidos,  son los estudiantes, el estandarte de la protesta, de la  movilización, que como  casi siempre, son también los hijos preferidos de la represión, cuando los canales de la negociación se cierran, o cuando los interlocutores, amparados en su feudo de poder, solo sentencian y silencian  con sus verdades, la de los otros,  de la sociedad, del pueblo,  de los estudiantes.

Y viene a mi memoria aquella canción  “Me Gustan los Estudiantes”, que cantaba (canta), la hermosa Tucumana, “la negra” Mercedes Sosa (que apenas hace dos o tres años se nos adelantó en el camino de la vida), y que bien a bien, no sé quién es el autor.  Quizá León Gieco o  Víctor Heredia, no sé, pero que en los sesentas y setentas se convirtió en un himno. Lo importante de la memoria, y de la reiteración desigual de la vida, llena de arbitrariedades, es ver como estrofas de la melodía son extraordinariamente aplicables en estos días a nuestros  estudiantes. “Me gustan los estudiantes, jardín de nuestra alegría, son aves que no se asustan de animal o policía, y no le asustan las balas, ni el ladrar de la jauría, caramba y zamba la cosa, que viva la astronomía”.

Es ejemplar e ilustrativo seguir a detalle la negociación que mantiene la Asamblea  General Politécnica, formada por el colectivo de estudiantes inteligentes, que  con gran sensibilidad  interpretan los momentos del diálogo, que también, de manera atingente, los señores encorbatados, los funcionarios de la SEP,  atienden con argumentos institucionales, la defensa de  sus razones. Ni rebasados, ni sobreactuados, con una mesura  perspicaz, los estudiantes van y vienen al auditorio de las pláticas. Cuando lo consideran, se paran de la mesa,  para proseguir en el momento  adecuado. Conociendo el principio de la legalidad, dejaron a la autoridad la responsabilidad de nombrar al director del IPN. Pero el  liderazgo estudiantil no solo es manifiesto en la negociación, sino también  en la calle y en sus escuelas. Su activismo desembocará en un Politécnico autónomo, cuyo objetivo es que  la propia comunidad  sea quien decida su vida interna, sin la injerencia de la SEP.

De  Atahualpa Yupanqui o Fito Páez, no lo sé, pero vigente  como la poesía y  la literatura,  lo es, “me gustan los estudiantes, que marchan sobre las ruinas,  con las banderas en alto, a toda la estudiantina, son químicos y doctores, cirujanos y dentistas, caramba y zamba la cosa,  vivan los especialistas”. Porque son los estudiantes  normalistas,  politécnicos, universitarios, que han empujado a la sociedad mexicana, a crear un  insurrecto escenario nacional,  víctimas de un mundo de injusticia e inseguridad generalizado, que únicamente  su arrojo y vitalidad, son capaz de poner  el dedo en la llaga. Ahí donde  los partidos políticos,  los sectores organizados, o las organizaciones cooptados, por  cuidar sus intereses,  no han sido capaces de  señalar al Estado su omisión para cumplir con su gran responsabilidad.

Porque no  se olvida que en Ciudad Juárez, en Villas de Salvacar en 2010, a más de cincuenta estudiantes de bachillerato de la Universidad Autónoma de Chihuahua, que departían y se divertían normalmente, llegaron a acribillarlos, sin más pecado, que ser joven y sospechoso de ser “halcón”, o estudiante. Si aquella noticia  cimbró la actitud indiferente de la sociedad, la desaparición forzada de los 43 estudiantes de  la Normal de Ayotzinapa Guerrero, es el detonante para que los estudiantes marquen la agenda  del quehacer político nacional. Su activismo es sinónimo de heroísmo, digno de cualquier prócer histórico. Pero que estupidez, que solo después del dolor por su posible muerte, y tras ofrendar su vida y su sangre, quien detenta el poder,  apenas voltee para saber que existe. “Me gustan los estudiantes, porque son la levadura, el pan que saldrá del horno, con toda su sabrosura, para la boca del pobre, que come con amargura, caramba y zamba la cosa, viva la literatura”, no sé si  esta sinfonía es  de  Horacio Guarany, Milton Nascimiento o Julio Numbauser, pero vigente, como cualquier novela o poesía de Juan Gelman, Sábato, Monsiváis, Saramago, Galeano, Revueltas, Neruda,  Benedetti, o Poniatowska. Hoy más que nunca, me gustan los estudiantes.

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