Las comparececias, la teatralidad / Manuel Del Ángel Rocha

ESCRITORAunque el teatro sea pilar de las bellas artes, y el cinismo una conducta del ser humano, con frecuencia, la actividad humana dividida en un  sinfín de rubros,  encuentra que   la política (ciencia por excelencia que trata del poder y sus formas de conservarlo),  es un género teatral donde se  montan obras que van desde la comedia, el drama,  la farsa, o  la tragedia,  de acuerdo al interés del   director, o de   la obra del dramaturgo, que los actores harán lo que les indique su parlamento.  Con  respeto para el teatro clásico griego  del siglo V,  o  el isabelino inglés del siglo XVI, donde las tragedias de Esquilo,  las comedias de Aristófanes, o  los dramas de Shakespeare,  con obras  vigentes y perennes, que   llenaron de luz, (y llenan),  el desarrollo  de las humanidades, la literatura y las bellas artes, en Veracruz,   el Congreso local,  en el ritual de las comparecencias de los secretarios de despacho, no le pidieron nada de nada a ninguna de estas obras,  como tampoco a sus autores.

En el escenario, tanto funcionarios, como diputados, los actores, probablemente se fueron con la idea de que  la actuación fue bien  realizada. Que  la función que hicieron, de acuerdo a su perorata, no la que los espectadores esperaban, o la que el auditorio deseaba, fue bien actuada. Por el tablado desfilaron de todo, personajes suigéneris,  histriónicos, alguno con modorra de estrella,  otros farsantes,  alguno más con ínsulas justicieras,  otros tragicómicos, pero en su gran mayoría bufones, malos actores, que  a la mínima concurrencia inteligente, solo le arrancaron muecas de contrariedad, parecidas a una sonrisa.  Espectáculo circular, reiterativo, insulso, con contenido muy pobre,  y actores subidos  en el auto elogio de la magnificencia del todo “muy bien hecho”.  La teatralización de la política, con “cuentas ejemplares” para que la audiencia  se enterara que la transparencia es la joya de la corona de la administración estatal,  muy a pesar de que a preguntas del diputado del PT Fidel Robles, nadie, ningún funcionario  pudo contestar, por qué al final del año presupuestal, a pesar de que en el papel se había ejercido al cien por ciento el presupuesto,  en la práctica, en campo, en las acciones medibles,   apenas  se había ejercido entre el 30 al 50% del recurso autorizado. La fabricación de datos y cifras para que cuadren con la lapidaria deuda estatal, que limita el desarrollo  social, y sentencia a millones de veracruzanos  a la pobreza, desigualdad, y mendicidad. O ingresas al comercio informal, a la delincuencia organizada, o emigras a los Estados Unidos. Las comparecencias solo espectáculo, muy pobre espectáculo.

Los actores, muy en  su interior, habrán de preguntarse  sobre el contenido de sus vidas. Sobre la composición de su universo mental, y psíquico. Sobre sus razones y emociones, para proporcionar solo  verdades  imaginarias, proyectando un mundo peor que falso. Nada más ilustrativo para que sus carreras de actores  anodinos mejoraran, es que leyeran  a Aristófanes, fiero en la sátira social y política de su tiempo. Contra la guerra, contra los filósofos, entre ellos el propio  Sócrates,  o contra los ricos.

Estos actores, proclives al consumo suntuoso, el despilfarro público y al desvío premeditado de recursos, contribuyen a crear un escenario pobre, que redunda en una pobreza no solo material, sino también espiritual, y por consiguiente política,  que a su vez condiciona a la sociedad y su población a seguir votando por los partidos de siempre,  que se jactan a su vez de ganar  todas las elecciones.  Una política y unos políticos apenas ordinarios, que encarnan  con beligerancia,  una subcultura de la representación.

Lo peor de esta representación, es que invade insensiblemente la esfera  social, comunal, para convertirla en algo normal; en mediocridad colectiva,  que es  la mediocridad política, justo la estatura de  sus actores, que pueriles, lo festinan.  Las comparecencias de los funcionarios estatales, son el espejo de Dorian Gray  (Oscar Wilde), inmutables, embelesados en  decirse al retrato,  que cada día son los más bonitos, cuando en la calle, “la turba”  señala  a Maximiliano Robespierre, que a pesar de su Tribunal del Terror, también es  alcanzado por la guillotina, y su ejecución, no fue teatralidad, sino ajustes de cuentas con los políticos despóticos, que en Veracruz, abundan.

Be the first to comment on "Las comparececias, la teatralidad / Manuel Del Ángel Rocha"

Leave a comment

Your email address will not be published.


*