Aunque el teatro sea pilar de las bellas artes, y el cinismo una conducta del ser humano, con frecuencia, la actividad humana dividida en un sinfín de rubros, encuentra que la política (ciencia por excelencia que trata del poder y sus formas de conservarlo), es un género teatral donde se montan obras que van desde la comedia, el drama, la farsa, o la tragedia, de acuerdo al interés del director, o de la obra del dramaturgo, que los actores harán lo que les indique su parlamento. Con respeto para el teatro clásico griego del siglo V, o el isabelino inglés del siglo XVI, donde las tragedias de Esquilo, las comedias de Aristófanes, o los dramas de Shakespeare, con obras vigentes y perennes, que llenaron de luz, (y llenan), el desarrollo de las humanidades, la literatura y las bellas artes, en Veracruz, el Congreso local, en el ritual de las comparecencias de los secretarios de despacho, no le pidieron nada de nada a ninguna de estas obras, como tampoco a sus autores.
En el escenario, tanto funcionarios, como diputados, los actores, probablemente se fueron con la idea de que la actuación fue bien realizada. Que la función que hicieron, de acuerdo a su perorata, no la que los espectadores esperaban, o la que el auditorio deseaba, fue bien actuada. Por el tablado desfilaron de todo, personajes suigéneris, histriónicos, alguno con modorra de estrella, otros farsantes, alguno más con ínsulas justicieras, otros tragicómicos, pero en su gran mayoría bufones, malos actores, que a la mínima concurrencia inteligente, solo le arrancaron muecas de contrariedad, parecidas a una sonrisa. Espectáculo circular, reiterativo, insulso, con contenido muy pobre, y actores subidos en el auto elogio de la magnificencia del todo “muy bien hecho”. La teatralización de la política, con “cuentas ejemplares” para que la audiencia se enterara que la transparencia es la joya de la corona de la administración estatal, muy a pesar de que a preguntas del diputado del PT Fidel Robles, nadie, ningún funcionario pudo contestar, por qué al final del año presupuestal, a pesar de que en el papel se había ejercido al cien por ciento el presupuesto, en la práctica, en campo, en las acciones medibles, apenas se había ejercido entre el 30 al 50% del recurso autorizado. La fabricación de datos y cifras para que cuadren con la lapidaria deuda estatal, que limita el desarrollo social, y sentencia a millones de veracruzanos a la pobreza, desigualdad, y mendicidad. O ingresas al comercio informal, a la delincuencia organizada, o emigras a los Estados Unidos. Las comparecencias solo espectáculo, muy pobre espectáculo.
Los actores, muy en su interior, habrán de preguntarse sobre el contenido de sus vidas. Sobre la composición de su universo mental, y psíquico. Sobre sus razones y emociones, para proporcionar solo verdades imaginarias, proyectando un mundo peor que falso. Nada más ilustrativo para que sus carreras de actores anodinos mejoraran, es que leyeran a Aristófanes, fiero en la sátira social y política de su tiempo. Contra la guerra, contra los filósofos, entre ellos el propio Sócrates, o contra los ricos.
Estos actores, proclives al consumo suntuoso, el despilfarro público y al desvío premeditado de recursos, contribuyen a crear un escenario pobre, que redunda en una pobreza no solo material, sino también espiritual, y por consiguiente política, que a su vez condiciona a la sociedad y su población a seguir votando por los partidos de siempre, que se jactan a su vez de ganar todas las elecciones. Una política y unos políticos apenas ordinarios, que encarnan con beligerancia, una subcultura de la representación.
Lo peor de esta representación, es que invade insensiblemente la esfera social, comunal, para convertirla en algo normal; en mediocridad colectiva, que es la mediocridad política, justo la estatura de sus actores, que pueriles, lo festinan. Las comparecencias de los funcionarios estatales, son el espejo de Dorian Gray (Oscar Wilde), inmutables, embelesados en decirse al retrato, que cada día son los más bonitos, cuando en la calle, “la turba” señala a Maximiliano Robespierre, que a pesar de su Tribunal del Terror, también es alcanzado por la guillotina, y su ejecución, no fue teatralidad, sino ajustes de cuentas con los políticos despóticos, que en Veracruz, abundan.
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