Dos días después de que una pipa de gas explotara en un Hospital materno- infantil, en la Delegación Cuajimalpa (gobernada por el PRI), del Distrito Federal, en el Dique, un barrio de los más antiguos y representativos de Xalapa, ocurrió también otra explosión, solo que aquí, según declaración de Silverio Ávila, director de Protección Civil municipal, fue por acumulación de gas.
A diferencia de las autoridades del Distrito Federal, que en cuestión de minutos, el Jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, ya informaba, en directo, del recuento de los daños, y se hacia cargo de la logística para atender a los niños, mujeres y personal lastimados en la conflagración. En Xalapa, sus autoridades brillaron por su lentitud, como siempre.
El contraste, probablemente es porque en el DF existe una ciudadanía informada, politizada, que no permite que le den “atole con el dedo”, como ocurre en Veracruz. Aquí, queda la evidente ausencia no solo de liderazgo, manifiesto en la explosión del Dique (hasta ahora una persona murió, y una veintena de casas siniestradas), donde el alcalde de Xalapa Américo Zúñiga, volvió hacer efectiva su indiferencia hacia los afectados, los ciudadanos. “Vinieron de paseo y se fueron”, “como si fueran doctores de urgencias”, “estuvieron como turistas”, es el comentario de vecinos y afectados por la desgracia. En Xalapa, la falta de compromiso con la ciudadanía es total, pero no así para cobrar el predial y la recolección de basura, donde los recaudadores ya están encima los contribuyentes. Las recurrentes fotos en la prensa cortando el listón, que sin sutilidad nos dice que cumple con la obligación. Pero solo eso, como si inaugurar calles fuese la única acción de gobierno, cuando la inseguridad esta a la vuelta de la esquina, que no respeta ni a la viejecita que va por sus verduras al tianguis. La labia encorbatada, herencia consanguínea, gobierna a través de la retórica, que sin responsabilidad en el manejo de la policía, ni el tránsito municipal, deja a sus ciudadanos en manos de la delincuencia.
Uno de los atracos diarios que se comete contra los Xalapeños, es la consignación, sin proceso alguno, de los vehículos que supuestamente mal estacionados, son remitidos a las oficinas de Tránsito Estatal, donde después de dos o tres horas de hacerlos perdidizos, cuando aparecen, sin equipo de sonido, llanta de refacción, o herramienta. Un sinnúmero de organizaciones privadas, y sindicales, incluso el diputado local, ex alcalde, Ricardo Auhed, ha señalado que se trata de una acción anticonstitucional, de un ilícito, fomentado por algún funcionario de Palacio de Gobierno, pero avalado por el alcalde Zúñiga Martínez, que no ha abierto la boca para ponerse del lado de los afectados, y denunciar el atropello.
Se trata de un municipio en desgobierno, a pesar que sus atribuciones le dan tanta autoridad como a cualquier otro, solo que aquí se ha hecho extrema la subordinación al poder estatal, que cae en un servilismo que lesiona a la sociedad Xalapeña. La política del alcalde es entendida como en la en época Feudal, entre súbditos y monarcas. No concibe el espíritu del Municipio Libre, que con soberanía atiende sus obligaciones políticas. Un gobierno a espaldas de la gente, que ni en los momentos de dolor, es capaz de mostrar solidaridad. La sensibilidad política, que va de la mano de la espontaneidad y compromiso social, y que en momentos de tragedia no se unifican para hacerse una sola acción, estuvo presente con su indolencia. La sensibilidad de elefante de Miguel de la Madrid, en los sismos de septiembre del 85 en el DF, se apersono. Bueno el señor gobernador apareció como de paseo, como turista. No es concebible que aun por encima de tanta precariedad, la gente les ha dado tanto, hasta su vida, huesos y tuétanos, y el gobierno les revire con la indiferencia. Esto es lo que han sembrado los autócratas, que aun respiran, y aspiran a seguir en el poder, aunque el rechazo es mayúsculo, apenas, es una minoría quien los elige.
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