NoTexteo; sí Sexteo / Fernando Quijano Vega

ESCRITORCuenta mi padre que en sus tiempos mozos, cuando manejaba su primer carrito, (un Renault 4 modelo 1965, ya llovió y hasta granizó desde aquel entonces), aquellas épocas donde Xalapa era conocida como la ciudad donde llovía un día sí y otro también y la neblina era tan habitual como si se viviera en Silent Hill, los automóviles no contaban con luces intermitentes/direccionales, por lo tanto, sin importar las acostumbradas  inclemencias climáticas, cuando se quería doblar una esquina, era obligatorio bajar el cristal (sí, en aquel tiempo era manual con una dura manivela a la que había que darle vueltas, aunque ustedes no lo crean), sacar el brazo (si se daba vuelta a la izquierda estirarlo; a la derecha había que levantar la mano) y así indicarle al coche de atrás que bajara su velocidad.

Hoy en día, mi viejo trae un buen coche en el que controla todo con botones  en el volante, desde la música, hasta el calor del asiento (para que no sude el derrière o por si hace falta refrescar las hemorroides, yo qué sé), así pues, con tecnología o sin ella, mi papá siempre pone sus luces direccionales cada vez que da vuelta a la esquina.

Y es que lo que bien se aprende nunca se olvida, la educación de las generaciones anteriores tenía bases sólidas, incluso ahí les va otro dato increíble, ¡se respetaba a los policías y agentes de tránsito!

Afortunadamente la educación también se mama, quienes me conocen saben que nunca doy la vuelta sin poner mi direccional, que nunca me freno sin las intermitentes, que además si me pones tus luces y vas a mi lado, te daré el paso. De la misma forma, la señal que más le hago a los coches que se meten cual viles cafres sin aviso alguno, no es pintarles un dedo sino el abrir y cerrar los dedos en indicación de que prendan sus luces.

Lo lamentable es que en este mundo matraca, me queda claro que el bicho raro soy yo (y algunos otros pero somos minoría). La verdad es que si en algo tan sencillo como darle un golpecito a una palanca para prender una luz (que además solita se apaga al regresar el volante) la gente ya no tiene cultura; educar (o reeducar) a los conductores suena como una labor titánica.

Ahora debo reconocer que, cuando comencé a manejar (aquel Chrysler Lebaron guayín 1988 modelo “carroza fúnebre”, un auténtico lanchón a prueba de banquetazos), nadie me enseñó a usar el cinturón de seguridad, en realidad podría justificarlo con los argumentos de que mi papá no me enseñó a ponerlo (porque en sus tiempos ni cinturón existía) y que el tráfico era lento y tranquilo al nivel que los escasos choquecitos de la ciudad hasta salían en el Diario de Xalapa (único medio con cierta circulación de aquel entonces que, aunque no lo crean, alguna vez fue influyente). Pero no, no lo voy a justificar, en realidad éramos ignorantes y nadie lo usaba, hasta que llegó una campaña de “usa tu cinturón o te multamos” y así y solo así, creamos una cultura de prevención en ese sentido.

De igual forma, desde adolescente me han gustado las motos y, como buen chamaco hormonal queriendo impresionar a las chavitas de la edad, no me gustaba usar el casco. Es más, siempre presumía (idiotamente) que la única vez en mi vida que me puse uno me cayó la salación de san Yelmo y un coche me embistió en pleno 20 de noviembre.

Con el tiempo uno se vuelve aburrido, digo, madura, y empiezas a tomar las cosas en serio, aunque sea a base de saber que los agentes de vialidad me podían multar si no lo traía puesto, pero aprendí a usarlo al punto de que ya me lo pongo hasta para ir a la esquina (obvio, cuando salgo en la moto, tampoco me gusta andar disfrazado de Gazú si ando caminando).

Hoy nos invaden con una campaña de #NoTexteo, un total fusil que le vendieron al ayuntamiento de Xalapa de campañas contra el uso del teléfono celular mientras se maneja, pirateada de otros lados del mundo.

Pero, más allá de que se sientan los descubridores de América en pleno siglo XXI, la idea es buena. Hoy en día me cuido más de las chamacas mandando “guats” mientras manejan que de los coches que traen placas de Puebla. Sin duda mi papá no me pudo enseñar a no traer el smartphone mientras manejaba porque en aquel entonces, aunque no lo crean, los teléfonos estaban pegados a la pared con un cordón no muy largo enrollado como resorte que servía para entretenerse metiéndole lápices en medio.

En fin, les pondría las estadísticas de los accidentes ocasionados por manejar con el teléfono en la mano, les diría que es igual de peligroso que conducir alcoholizado o podría ponerles fotos y links de videos sobre el tema, pero para eso están las campañas (que espero no sean caras porque pararse junto a la catedral con cartulinas que dicen #NoTexteo y bailando tipo Dr. Simi no puede ser costoso), yo solo les digo que tengamos educación vial y, ojalá, algún día se las heredemos a nuestros hijos así como mi papá me enseñó a mí.

Epílogo.

Ojalá dentro del plan de movilidad agreguen otras campañas útiles como #NoPongoCubetasFrenteAMiCasaParaApartarLugar #NoMeEstacionoSobreLasBanquetas #NoInvadoEspaciosParaDiscapacitados #NoMeMetoEnSetidoContrario y #NoQuitoLaSeñaléticaQueNoMeConviene, cualquier cosa menos el #NoSexteo.

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