Por poder o por no poder / Jesús J. Castañeda Nevárez.

 

Conocí un hombre que en varias ocasiones probó las mieles del poder, pero ya había pasado tiempo de eso; su aspecto era de un hombre enfermo y casi inválido; le tenían que apoyar para moverse de un lado a otro. De pronto fue invitado por el gobernante en turno a formar parte de su equipo cercano de colaboradores en un cargo de primerísimo nivel y como si hubiese tomado una píldora maravillosa se “levantó y andó”. El tiempo que estuvo en el poder fue completamente diferente al hombre enfermo que antes pareció.

EscribirAlgo tiene el poder; algo representa el poder, que transforma a las personas en algo completamente desconocido. Contrastando completamente con el “no poder” que debe ser muy difícil de digerir.

El poder a muchos los hace guapos; el “no poder” los convierte en imitaciones de Cuasimodo (el jorobado de Notre Dame). Mientras estén en el poder, aunque sufran del “no poder”, su guapura no disminuye, pero en cuanto las circunstancias cambian, toda la fealdad del universo le caerá encima con todo el peso del desprecio, pasando dramáticamente a la peor crisis del “no poder”.

El poder seguramente te proporciona seguridad, pero el “no poder” te reduce en todos los sentidos y en todas las partes del cuerpo. Algunos políticos beneficiarios del poder conocen perfectamente el tema y muchas féminas también. Las novias del poder ahí transitan sin importar el nombre del funcionario; lo importante es el nombre del cargo y el nivel del poder.

El poco poder marea un poco; el poder absoluto obnubila el cerebro absolutamente. Este último término tiene otras formas de decirse mucho más claras; por lo menos en mi pueblo se dice y se entiende mejor y sin necesidad de un diccionario.

Pero es tan absorbente el poder que debe estar muy asociado a una grave y letal enfermedad. Aunque el enfermo de poder logre admitir el mal que éste le hace a su vida, de ninguna manera debe ser fácil optar por renunciar al poder.

El poder se ejerce; el poder no se comparte; el poder debilita a quien lo tiene y no lo usa; tener poder es justificativo de conseguir aún más poder; quien no abusa del poder no tiene autoridad; son frases que normalmente aplican quienes tienen el poder. Y respecto a eso no hay duda que será mejor poder que “no poder”.

Hay otras frases que son dichas por el pueblo como una invitación a la reflexión: “cuando el poder te arrastra te vuelves arrastrado”; “el poder intoxica a los mejores corazones, así como el vino a las mejores mentes”.

Todo éste relajo del poder es un intento de manifestar la sorpresa de hoy ante la noticia que dio el Presidente del Gobierno Español Mariano Rajoy, anunciando que el rey Juan Carlos de Borbón abdicó como jefe del Estado español, a favor del príncipe Felipe de Asturias.

Los españoles ya pedían eso, pero el rey se resistía. En medio de una severa crisis económica y con más de 6 millones de desempleados, seguramente el rey comenzó a darse cuenta de lo que significa el “no poder” y tomó la decisión de hacerse a un lado y dejar la responsabilidad en su hijo. Porque así está establecido en la Constitución española y así se hará.

Ojalá esta acción logre mover a algunos reyes mexicanos que llevan años en el poder y viviendo del poder, sin hacer absolutamente nada para beneficio de los que de forma directa o indirecta hacemos el triste papel de súbditos contribuyentes del poder que ellos ejercen en un cargo público o un puesto sindical, con un estilo de vida que no tiene relación con la forma de vida de quienes dicen representar.

Nuestro país está en una severa crisis económica y el desempleo galopante amenaza con salirse de control. Pero el poder de éste lado del charco obnubila los cerebros y los enloquece. Un poder ahora centralizado que está ahogando y matando empresas, extinguiendo empleos y empleados sin querer darse cuenta. Porka miseria.

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