Partidos en crisis / Manuel del Ángel Rocha

Protesta_BEl 2 de Julio del 2000, se suponía que el sistema de partidos en el que descansa parte de la democracia  mexicana,  había dado un golpe de autoridad  a los Estados unipartidistas, para instaurar la alternancia que daría paso a una transición política; se abortó.  Alternancia que nunca fue alternativa, porque no solo se monto  en el mismo modelo de desarrollo, sino que consolidó   las reformas constitucionales del salinismo autoritario, donde además   el PAN gobernó con la misma estructura política heredada, dejando intacto el sistema político. El posmodernismo  salinista quiso emular a la Unión Soviética; primero reforma económica y luego reforma política. Primero la Perestroika y luego el Glasnost.

La ascensión del PAN al poder,   marcaba una esperanza para la democracia. Los 70 años del PRI en el gobierno lo desgastaron, más  una lucha sorda, fratricida y prolongada de intereses, lo hizo perder la Presidencia. El voto de castigo fue singular, pero la insondable corrupción panista, y dos fraudes electorales, 12 años  después, fueron suficientes para recuperarla.

Pero hoy como nunca el sistema de partidos esta en crisis. Y es  que en este ambiente electoral, Ayotzinapa deambula por los rincones del territorio nacional.  En los quince años del presente siglo, todos hemos tenido cerca un Ayotzinapa. Ya  nada será igual, aunque la estrategia mediática   pretenda hacer olvidar, sembrando  información sobre la captura de los principales jefes del  narcotraficantes, o con  una insulsa,  e indulgente    propaganda  electoral, que mas que interés, provoca rechazo entre la gente.

El gradual  colaboracionismo, concertado, articuló al   PAN y PRD con el poder,  y en pleno Pacto por México,  el colectivo nacional los sorprendió dando vida a la segunda remesa de las reformas económicas, que vendrían a completar las que inició  al término del siglo pasado Carlos Salinas de Gortari.   Un paso más en el adelgazamiento del Estado, que dejó al descubierto campos que exigen su presencia. Las condicionantes de la globalización, y de los organismos financieros internacionales en la apertura económica son irreversibles, pero además, también es prioridad de la clase gobernante,  donde ya  intereses particulares se disputan  porciones  del sector petrolero,   que habían estado solicitando desde hace doce años con la administración panista.

Si  con Salinas de Gortari fue la desarticulación del ejido como célula de la vida de las comunidades,  y núcleo de la producción agrícola,  hoy es el apetitoso bocado  petrolero y sus derivados, a través del  cual el poder pretende,  antes que  relanzar un nuevo modelo de desarrollo,  o un nuevo proyecto de país, o un nuevo Estado mexicano, recimentar   su grupo, y pagar los favores pendientes.

Hoy  el país esta sacudido por los hechos de Ayotzinapa, y está ha la vista de todos el quiebre del proyecto nacional, que no existe en la mente de José Ángel Gurria y  los colonizadores financieros. La naturaleza de su  poder les niega ver otra realidad. Un sistema político atrapado por los intereses que solo beneficia a quienes detentan el poder, entre ellos, a los partidos políticos. Mientras tanto, un mar de ciudadanos se mantienen solo como espectadores de algo que le es indiferente, pero  además, que tampoco les  beneficia.

Un elemento que toma vida propia en las estructuras de poder en este siglo,   es el narcotráfico,  que de diversas formas  lastima a sus victimas para     obtener mayor ganancia, y penetra al Estado, cuestionando su eficacia y  existencia. El aparato de procuración y administración de justicia no localiza su encuadre,  y los acusados acaban por sentar en el banquillo  a los Fiscales. El crimen organizado ha  colocado contra la pared al Estado, y lo que  ayer era una amenaza, hoy constituye  una evidente realidad,  que disloca la vida cotidiana de la sociedad.

Los partidos como elementos constitutivos del Estado mexicano, han sido acometidos  por intereses  que no buscan la democracia, sino el poder, para desde ahí, multiplicar su influencia y ganancias, que se traducen en autoritarismo, inseguridad, violencia, y corrupción.  Que de manera dialéctica, hacen que la sociedad  responda  con  repulsión, indiferencia, incredulidad,  y una gran ausencia de apoyo a las acciones institucionales.

Si la crisis por  definición esta ligada al espectro económico, asociada a etapas de cambios, desorden, inestabilidad y turbulencias, que interrumpen el desarrollo de las cosas, para luego de cierto tiempo, volver a una nueva y diferente  normalidad,  modificada,  deseamos que esta crisis de  credibilidad de los partidos políticos, pronto  haga su irrupción, para no llegar a un estado de excepción.   O como lo sostiene Raúl Zibechi U,  en el Seminario-Semillero realizado en Oventic y San Cristóbal, la “crisis se convertirá en caos,  del que saldrá un nuevo orden”.  Urge.

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